CAMBIOS EN CUBA: POCOS, LIMITADOS Y TARDIOS (PARTE XXI)
¨Un sistema opresor no puede ser reformado. Debe ser totalmente abandonado¨, Nelson Mandela
La política agroindustrial es tratada en el proyecto de Lineamientos entre los Puntos 166 y 196. Es el tema examinado con mayor peso. Esto no es casual.
Aunque en el conjunto de la economía y la sociedad cubana puede constatarse un estado deplorable en todos los aspectos, precisamente en el sector de la agroindustria la situación es peor, con errores de mayor magnitud. Asimismo, es donde prioritariamente deberían comenzarse las reformas, que aportarán efectos positivos más rápidos para la economía, en caso de que se acometieran de la forma requerida.
Ciertamente habría que estar de acuerdo con el General Raúl Castro, en que la alimentación es un problema estratégico e incide sobre la soberanía nacional. Cuba importa más del 80,0% de los alimentos consumidos, según fuente oficiales, incluyendo artículos que tradicionalmente eran exportados, como azúcar y café, con lo cual la dependencia en los rubros alimenticios respecto a los mercados externos es mayor que la existente antes de 1959.
Eso ocurre mientras un porcentaje muy alto de la tierra cultivable permanece baldía y los rendimientos en las áreas cultivadas son extremadamente pobres, como es el caso de la caña de azúcar. En la zafra 2009-2010 sólo se lograron 27 toneladas por hectárea, frente a alrededor de 40 toneladas que como promedio se alcanzaban antes de la revolución.
Las compras externas de alimentos crecen progresivamente. En el período 2000-2004 se importó 4,0 miles de millones de dólares en alimentos, mientras en el período 2005-2009 se llegó a 7,8 miles de millones. En el decenio 2000- 2009, como promedio el 16,0% del total de las importaciones se dedicó a la compra de alimentos. Hay que destacar que las cantidades adquiridas de ningún modo satisfacen las necesidades del mercado interno, que desde 1962 mantiene un rígido racionamiento de productos alimenticios esenciales.
Por ello urge la reforma del sector agroindustrial para abastecer el mercado nacional y, como antaño, crear excedente exportable, en momentos propicios para la venta de alimentos, debido, entre otros factores, al crecimiento sostenido del nivel de vida de populosos países emergentes como China e India. Esa coyuntura debió beneficiar a Cuba como otrora tradicional exportadora, pero como actualmente está obligada a comprar fuera, se verá progresivamente perjudicada por los elevados precios.
Desafortunadamente, los cambios no llegan. El Decreto-Ley 259 para la entrega de tierras en usufructo, emitido en 2008, no ha funcionado por sus prohibiciones y cortapisas. La agricultura sigue retrocediendo y en 2010 decreció un 2,8% de acuerdo con la información oficial, pero ese porcentaje debe haber sido mayor. La caída en el volumen producido fue del 5,1% al cierre de septiembre, sin incluir el desastroso desenvolvimiento de la producción cañera, también según cifras oficiales.
El presidente Raúl Castro anunció en su discurso resumen de la Sesión de la Asamblea del Poder Popular en diciembre que se estudia reformar el Decreto-Ley 259 y aumentar los límites de entrega de tierra a los agricultores que hayan demostrado eficiencia, por encima de las 13.42 hectáreas autorizadas. Esto podría ser positivo, pero no resulta suficiente. Debería adicionalmente incrementarse el período de utilización de la tierra en usufructo a mucho más de los 10 años actuales, con derecho a prórroga. Resulta contradictorio que mientras a los extranjeros se ha aumentado a 99 años el derecho a superficie, a los cubanos se dé un tiempo tan corto, que desestimula hacer inversiones y esforzarse para realizar cultivos permanentes como árboles frutales y maderables, así como criar ganado mayor.
Paralelamente los campesinos necesitan libertad para disponer del fruto de su trabajo y adquirir a precios razonables los implementos y los insumos requeridos para realizar su labor, incluso poder recibirlos desde el exterior. Asimismo, debe cesar la entrega obligatoria al Estado de la mayor parte o la totalidad de las cosechas, a precios unilateralmente fijados. En la última sesión de la Asamblea Nacional, el presidente Raúl Castro señaló que nadie tiene derecho a meterse en las operaciones de compra-venta entre los privados. Ese acertado criterio también es aplicable a las relaciones entre el Estado y los campesinos. La única obligación de los agricultores cubanos debería ser, al igual que en otros lugares en el mundo, pagar impuestos aplicados de manera inteligente y constructiva para promover la producción nacional. Con ello sería reducida sensiblemente la costosa y asfixiante burocracia que con sus tentáculos hoy impide el progreso agropecuario.
El Estado tiene herramientas para dirigir y, sin obligar, motivar la priorización de algunos cultivos, el cuidado de la tierra, la cría de ciertas especies animales, el agua y el medio ambiente en general. Las políticas fiscal, monetaria, crediticia y otras, sin excluir en ocasiones medidas legales, correctamente aplicadas dan magníficos frutos, con beneficio para los agricultores y la sociedad. Al desarrollarse la producción agroindustrial por consecuencia se colectarían mayores ingresos mediante impuestos racionales para financiar la educación, la salud, la cultura, el deporte y las fuerzas armadas, entre otros sectores.
Al mismo tiempo hay que cambiar la política de acopio. El objetivo no es eliminar las empresas estatales, sino permitir que la iniciativa privada pueda trabajar de forma legal y organizada, promoviéndose una sana competencia. Podrían firmarse contratos entre los agricultores y las empresas de acopio, estatales o privadas, sobre la base de la libre decisión de las partes, y sin la incidencia de negativas influencias políticas.
Por supuesto se requiere una base jurídica para fijar los términos y resolver los problemas de interpretación de la ley que pudieran presentarse. Además, resulta indispensable un sistema de penalidades para los incumplimientos de lo pactado en los contratos. También se requiere la flexibilización de los mecanismos para la creación de empresas procesadoras de alimentos y comercio minorista. Debería seguirse el esquema de propiedad mixta, donde participen los intereses públicos y privados. Incluso sería positiva la inversión extranjera, que además de atraer capitales –importantísimos en la situación actual- también aportarían tecnología y avanzadas técnicas de gestión empresarial.
En el mundo existen firmas que de forma vertical desarrollan los negocios agroindustriales; desde el cultivo hasta la venta al consumidor, incluidos el acopio, el beneficio y el procesamiento industrial. Este esquema podría desarrollarse ampliamente no sólo con la inversión extranjera, sino a través de una mejor disposición de los recursos, dirigiéndolos hacia los agricultores más eficientes, sean estatales o privados, teniendo en mira el interés nacional. A su vez debería incentivarse el empleo de las remesas para hacer avanzar la agricultura a través de tasas de cambio preferenciales y políticas fiscales, lo cual es válido también para ayudar el desarrollo de pequeñas y medianas empresas (PYME).
La industria azucarera es un aspecto decisivo. Muchos errores se han cometido en los pasados 52 años en materia económica, pero ninguno de tal magnitud como la destrucción de la industria azucarera, tradicional columna vertebral de la sociedad cubana. La zafra 2009-2010 fue la peor en más de 100 años y, aunque el gobierno no ha informado la cifra exacta del azúcar elaborada, se conoce que escasamente superó al millón de toneladas. En la pasada sesión de la Asamblea Nacional se anunció que la zafra 2010-2011 será peor debido a la carencia de caña, con la utilización de sólo 39 centrales viejos y destartalados, cuando existieron 156. Resulta un demencial proceso de destrucción de la industria que hizo famosa a Cuba y contribuyó al desarrollo socio-económico-cultural de la nación.
El azúcar ha mantenido precios relativamente altos en el mercado mundial durante los últimos años. En diciembre el crudo alcanzó más de 30 centavos de dólar la libra. De haberse tenido el producto, habría representado tiempos de vacas gordas, para mitigar las vacas flacas existentes en Cuba desde hace años. La caña de azúcar ha adquirido gran peso a nivel mundial, pues además de utilizarse en la producción de azúcar, constituye una poderosa fuente de combustible renovable y menos contaminante: el etanol; con rendimientos que ningún otro vegetal sobrepasa. Esto hace que los centrales modernos, por ejemplo en Brasil, sean muy versátiles y prioricen las producciones de azúcar o etanol en función de los precios del mercados con ganancias sustanciales. Al inicio de los años 1960, ese país producía menos azúcar que Cuba, hoy alcanza más de 30 millones de toneladas y enormes cantidades de etanol, que emplea como sustituto del combustible fósil en transporte automotor e incluso aéreo. Además genera volúmenes apreciables de energía eléctrica por encima del requerido por los centrales, alimentos para el ganado, materia prima para producir plásticos –utilizados para aditamentos en el transporte automotor- tableros de bagazo, levaduras, fertilizantes y otros derivados de la industria sucro-química.
Increíblemente Cuba importa azúcar y en enero de 2009 a causa de su escasez redujo la venta por racionamiento a la población a 4 libras mensuales. Hoy muchos jóvenes junto al desconocimiento de las extinguidas frutas tropicales, nunca han saboreado el delicioso jugo de la caña, el conocido guarapo, ni la raspadura hija de la concentración de la melaza. No debe asombrar que haya desaparecido del mercado la mayoría de los dulces, como los de guayaba y de coco, incluido el casero y socorrido arroz con leche, porque no hay ni azúcar ni arroz y mucho menos leche.
Las personas que decidieron la destrucción de la gran industria azucarera al menos deberían tener el valor de reconocer públicamente el descomunal error, así como el colosal daño cometido, en primer lugar a los trabajadores azucareros y los habitantes de los pueblos que se han empobrecido económica y culturalmente. Deben propiciar la libertad a las ideas y los conocimientos capaces de enmendarlo urgentemente.
Continuará…
La Habana, 27 de diciembre de 2010.
Oscar Espinosa Chepe
Economista y Periodista Independiente