La posposición del XX Congresos de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y el movimiento de sus dirigentes denotan la prioridad que confiere el presidente Raúl Castro a los sindicatos en este período de ¨actualización¨ del socialismo cubano. No se tratará de la reunión ritual, efectuada cada 5 años aproximadamente, para representar la ficción de que los trabajadores democráticamente deciden las tareas y los cuadros que defenderán sus intereses. Es muy evidente que esa supuesta organización no gubernamental, al igual que la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) y otras, constituyen las poleas de transmisión de las directivas del Partido Comunista, emanadas de Fidel Castro hasta 2006 y por el actual presidente y su entorno de militares-economistas. En esta ocasión, ¨el trabajo de los trabajadores¨ , impulsor de la economía, es fundamental para evitar la caída en el precipicio, y lograrlo constituye la tarea fundamental asignada a la CTC.
Lejos están los tiempos en que el dinámico movimiento obrero constituyó la Confederación Nacional Obrera de Cuba en 1925 con personas como Alfredo López (asesinado), Rubén Martínez Villena y otros, y que se convirtió en CTC en 1939, impulsada por Lázaro Peña, el valiente líder de los muelles Aracelio Iglesia y Jesús Menéndez (ambos asesinados), quien asesorado por el economista Jacinto Torras, luego de arduas negociaciones alcanzó una cláusula de garantía estableciendo que el precio de azúcar exportada aumentaría en la misma proporción que el precio de los productos de primera necesidad que Cuba importaba de Estados Unidos, conocida como el diferencial azucarero por el cual los trabajadores azucareros obtuvieron a fin de año un salario extra del 13,42%. Conocido como el General de las Cañas fue elegido delegado suplente a la Asamblea Constituyente que en 1940 redactó la Constitución de la República, y en dos oportunidades fue Representante a la Cámara. Tanto Aracelio como Menéndez eran negros humildes, que ascendieron debido a sus méritos, gran valor y prestigio por la defensa de los intereses de los trabajadores cubanos.
Distante está también el 20 de enero de 1959, cuando se depuso a toda la nefasta directiva de la Confederación de Trabajadores de Cuba, y se repuso la CTC-R, llamada desde entonces revolucionaria, que en 1961 prescindió de la R. Desde hace muchos años la organización cambio su esencia y ha respaldado las distorsiones, como las nacionalizaciones de la Ofensiva Revolucionaria que acabó con los trabajadores individuales, impuso el improductivo trabajo llamado voluntario, se dedicó a repartir, según los méritos decididos mediante la ¨emulación socialista¨, los equipos electrodomésticos, las escasas viviendas, los derechos a lugares vacacionales nacionales y en los llamados países socialistas. Con el avance del Período Especial, también la CTC perdió esa palanca de presión, los trabajadores de mala gana pagan la cuota sindical imposible de evadir y con gran dificultad logra reponer sus dirigentes a nivel de base –cuando suben los escalones, son designados por ¨recomendación¨ del Partido Comunista.
La CTC se aleja aún más de los trabajadores por el nuevo papel de portavoz y ejecutora del desempleo previsto por el gobierno inicialmente en 1,3 millón y que ha debido ralentizarse por la limitaciones con que ha permitido el trabajo por cuenta propia, que debía absorber a gran parte de las personas ¨liberadas¨ por el Estado, casi único empleador en Cuba. El secretario general de la CTC, Salvador Valdés Mesa encabezó la puesta en práctica de esa política, de manera que se acepte mansamente el despido, y ha procurado justificar la pérdida del poder adquisitivo del salario, con el cual el presidente Raúl Castro ha reconocido que no se puede vivir.
Existe un círculo vicioso que ata la economía cubana: si no se reducen las plantillas infladas, no se puede incrementar la productividad, aumentar la producción para el mercado interno y la urgentemente necesaria exportación, ni elevar los salarios. Pero el gobierno ha mostrado tanto conocimiento de esas necesidades como pánico por la independencia económica de la gestión privada que pudiera llevar a exigencias de libertad política. Mantener el poder absoluto es la prioridad, aunque las dificultades son vastas. Gran parte de los cubanos están sumidos en la miseria y las generaciones nacidas después de 1959 –más del 70,0% de la población – se sienten engañados y no creen en las promesas incumplidas; los jóvenes están ahogados en el presente sin posibilidad de crear el futuro propio y de sus familias, de manera que la revolución que crearía el hombre nuevo, ha acendrado el desarraigo de la patria, porque ¨si no te gusta la revolución, te tienes que ir¨, paradójicamente a Estados Unidos que se etiqueteó como el enemigo de todos.
La secuencia de cambio de los dirigentes ha transcurrido inusitadamente para la práctica cubana. El periódico Granma anunció el 24 de marzo la ¨liberación¨ en el 92 pleno del consejo nacional de la CTC de Salvador Valdés Mesa como secretario general, tras su elección como vicepresidente del Consejo de Estado el pasado 24 de febrero, donde atenderá la CTC y otros asuntos, así como el nombramiento en el cargo hasta la celebración del XX Congreso en noviembre próximo de Carmen Rosa López, su segunda secretaria y miembro del Consejo de Estado. El 15 de mayo se publicó que un pleno del Comité Provincial de Artemisa acordó liberar de sus funciones como primer secretario a Ulises Guilarte de Nacimiento, a quien serían asignadas nuevas responsabilidades, lo cual significaba que no había sido demovido bochornosamente.
Pronto se supo la nueva designación, pues el 25 de mayo, el 93 pleno del consejo nacional de la CTC acordó la creación de la Comisión Organizadora del XX Congreso, que será presidida por Ulises Guilarte de Nacimiento, y que su vicepresidente sea Carmen Rosa López. Los dos acuerdos más importantes fueron la posposición del XX Congreso para el primer trimestre de 2014 y el previsible nombramiento en este de Guilarte como secretario general de la CTC, salvo que ocurra algo extraordinario. Entre los motivos de la postergación se ha sugerido que la redacción del anteproyecto del nuevo Código del Trabajo está retrasada y se desea que este y otros documentos sean discutidos ampliamente con los trabajadores en el proceso preparatorio del cónclave.
El nombramiento de Ulises Guilarte evidencia que el presidente Raúl Castro está supervisando directamente este proceso. Téngase en cuenta que fue el primer secretario del Partido Comunista en Artemisa, una provincia experimental de la ¨actualización¨ del socialismo cubano, donde se realiza la inmensa obra del Puerto de Mariel con capital y tecnología brasileña, destinado al flujo marítimo luego de la apertura de la ampliación del Canal de Panamá en 2014, así como las relaciones comerciales e industriales con Estados Unidos, que podrían ser menos lejanas de lo que actualmente parecen. Sin embargo, el capital humano está muy lesionado en Cuba, por lo que el proceso en curso a través de la CTC debería revertir las prácticas realizadas hasta el presente, mediante verdaderas oportunidades de participación, decisión y beneficios para todos los cubanos.
Madrid, Miriam Leiva, Periodista Independiente
Publicado en Cubanet 30 de mayo 2013