CAMBIOS EN CUBA: POCOS, LIMITADOS Y TARDIOS (PARTE VII)
¨Un sistema opresor no puede ser reformado. Debe ser totalmente abandonado¨, Nelson Mandela
Los Lineamientos dedican 5 de sus puntos a las cooperativas. Comienzan en el Punto 25 con la aclaración de que “estarán basadas en la libre disposición de los trabajadores a asociarse en ellas”. La historia de las cooperativas en sus más de 50 años de existencia en Cuba muestra que de cooperación no han tenido nada. La pretendida caracterización de que son entidades no gubernamentales constituye un disfraz.
Las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) fueron creadas burocráticamente en 1993 con las tierras y recursos de las granjas estatales. Los trabajadores se acostaron un día como granjeros y amanecieron como cooperativistas. Como resultado, un alto por ciento de las UBPC son irrentables, improductivas y mantienen gran parte de sus enormes áreas sin cultivar. Realizan su gestión bajo un firme tutelaje estatal y gracias a enormes subsidios. Desde su creación, al igual que un alto por ciento de entidades estatales de otros sectores económicos, han actuado como verdaderos parásitos sociales, además en muchas ocasiones, por falta de control, incluida la falta de una contabilidad confiable, han sido nidos de ilegalidad y corrupción.
Con características específicas, la historia se repite en las Cooperativas de Producción Agrícola (CPA) formadas originalmente con tierras de agricultores privados. Han tenido un grado relativamente más alto de independencia que las UBPC, pero no han podido escapar a la perniciosa influencia de la planificación centralizada y la rígida supervisión política del brazo agrícola del Partido Comunista de Cuba: la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP). Eso explica la decadencia de las CPA y su continuada disminución.
Si en el segundo quinquenio de los ochenta del siglo pasado hubo como promedio 1 373 CPA, en el 2006 quedaban 1 102, y en 2008 tenían una reducción de sus áreas del 27,0%. El número de cooperativistas también descendió sensiblemente en ese período en 22,0%. De ellas se han marchado especialmente los jóvenes, al no tener ningún aliciente para dedicar sus vidas a la agricultura. En el balance efectuado en el X Congreso de la ANAP, celebrado en Mayo, fue reconocido que de los 27 978 jóvenes pertenecientes a la organización cuando se celebró el anterior Congreso, sólo quedaban 21 164 en el 2010. Un hecho que a la vez que podría reflejar el descrédito de la ANAP, también es consecuencia del abandono masivo de las áreas rurales por las desesperanzadas nuevas generaciones.
En cuanto a las Cooperativas de Crédito y Servicios (CCS), donde los productores con muchas dificultades mantienen sus tierras individualmente, con sólo el 18,0% de la superficie agrícola total (cierre de 2007) han generado tradicionalmente más del 60,0% de la producción agrícola nacional, así como el más bajo por ciento de tierras ociosas, a pesar de la crónica falta de recursos, el permanente hostigamiento, las prohibiciones y la obligatoriedad de entregar las cosechas total o parcialmente al Estado en las condiciones y a los precios arbitrarios fijados por él.
En este escenario si se continúa con la mentalidad de ejercer estrictos controles sobre los posibles cooperativistas y negando la voluntariedad como concepto básico para la formación de las cooperativas, por muchos “buenos deseos” e indefinidos planteamientos que existan, el movimiento cooperativo no avanzará.
Mucho menos progresará sin existir un mercado mayorista que permita adquirir los insumos necesarios a precios racionales, con la aplicación de un sistema impositivo exagerado y medidas administrativas que fijan límites a los restaurantes a 20 sillas y 3 sillones en las barberías.
Continuará…
La Habana, 30 de noviembre de 2010
Oscar Espinosa Chepe
Economista y Periodista Independiente