Muy escabrosa se presenta la etapa iniciada el 17 de diciembre por las decisiones de los presidentes de Estados Unidos y Cuba para proceder al restablecimiento de las relaciones diplomáticas, avanzar en temas de interés común, e implementar la ampliación de la política pueblo a pueblo de Barack Obama. Ambas partes están decididas a mantener sus objetivos respecto a la otra. Pero la Administración en Washington está convencida de que los métodos empleados durante 55 años no dieron los resultados apetecidos, mientras el gobierno de La Habana necesita levantar las barreras debido a su incapacidad de sobreponerse a la crisis general en que tiene sumida a Cuba y la pérdida de apoyo entre la población. Al mismo tiempo, los programas e intereses políticos añosos se resisten a la metamorfosis en ambas riberas del Estrecho de la Florida. En Estados Unidos, quienes se oponen a la nueva política utilizan la democracia para obstruccionar en las instituciones y emitir declaraciones a los medios de prensa; en Cuba son taimados a fuerza de costumbre y por el pánico a perder el cómodo e incontestable poder absoluto, de manera que tratan de entorpecer las negociaciones y procuran crear confusión entre el pueblo. Ambos sectores han confluido en los propósitos de mantener la confrontación y estimular incomprensiones dentro de los posibles agentes de cambio, la oposición que nutre la sociedad civil.
Entonces surge la pregunta de cómo lograr los cambios en Cuba, si una exigua minoría, pero con capacidad de influencia, entorpece la única oportunidad en 55 años de contribuir al cambio, en este período en que puede estarse forjando la transición. Para alcanzar la democracia, no basta con demandar los derechos, es necesario ejercerlos adecuadamente. Resulta imprescindible exponer las ideas, dialogar, escuchar y elaborar proyectos con soluciones para los problemas de la población. Retraerse, no asistir y emitir declaraciones solo beneficia a quienes coartan las libertades; en este caso, el gobierno en Cuba, que siempre ha procurado la división y las trifulcas dentro de la disidencia. Lamentablemente, las protestas públicas en La Habana hacia la reunión con opositores y la recepción ofrecida por la Sra. Roberta Jacobson, subsecretaria del Departamento de Estado, dañaron la imagen de la oposición y es utilizada por las autoridades cubanas en sus medios de difusión.
Indispensable resulta conocer que las relaciones diplomáticas no constituyen ni concesión ni claudicación, sino que facilitan la representación y las actividades de un país en otro. Las negociaciones efectuadas el 21 y 22 de enero en La Habana deben haber sido muy difíciles, pues la Sra. Jacobson y su delegación reiteraron el compromiso con el respeto a los derechos humanos, el avance hacia la democracia y el apoyo a la oposición pacífica. Un objetivo esencial fue obtener que las autoridades de La Habana garanticen honrar lo establecido en la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas y otros documentos internacionales relevantes. Las limitaciones a la Oficina de Intereses de Estados Unidos y su personal son extraordinarias. Solamente pueden moverse por un corto espacio en la capital; el acceso de los cubanos es estrechamente supervisado, lo que dificulta la amplia actividad consular, y sirve para acusar como mercenarios a los integrantes de la sociedad civil y al gobierno norteamericano de interferencia en los asuntos internos, subversión y cualquier otra cosa. Como en Cuba todo es controlado por el Estado, los funcionarios necesitan permisos de altos niveles para atender al personal diplomático o las solicitudes de servicios. Igualmente ocurre con la asistencia a las actividades organizadas por la SINA, pero en el último año han contado con mayor participación de integrantes de las esferas cultural, académica y científica, impelidos por sus nuevos vínculos con instituciones y personalidades homólogas de Estados Unidos a partir de las medidas de la Administración Obama en 2009.
La confirmación del mantenimiento de la Ley de Ajuste Cubano y la política de “pies secos, pies mojados” por parte de Sr. Edward Alex Lee, subsecretario Asistente del Departamento de Estado, que encabezó la ronda sobre cuestiones migratorias, constituyó un mensaje oportuno dentro de Cuba. La propaganda del gobierno cubano sobre su exigencia de que sean eliminados y las noticias de que legisladores cubanoamericanos promueven su revisión puede haber influido en el aumento de las salidas ilegales en los dos últimos meses. De continuar la incertidumbre, podría estimular un éxodo masivo, que al considerarse una amenaza para la seguridad de Estados Unidos, ocasione una peligrosa tensión entre los gobiernos, en lugar de causar como desean algunos una explosión social que tendría trágicas consecuencias para el pueblo y Cuba.
Por primera vez en Cuba, los periodistas independientes pudieron asistir el 23 de enero a una conferencia de prensa, donde participaron corresponsales de los medios nacionales, como Mesa Redonda, Cubadebate, Granma, Telesur y otros, y la prensa extranjera. Su invitación por la Sección de Intereses de Estados Unidos (SINA) constituyó otra demostración del compromiso de la Administración Obama con la sociedad civil cubana. La Sra. Jacobson emitió una declaración y respondió preguntas, en sintonía con lo expresado por el Presidente en el Discurso de la Unión, tres días antes, de que el propósito del cambio de política es defender los valores democráticos y extender una mano de amistad al pueblo cubano.
Aunque las autoridades de Cuba publican exigencias, su credibilidad quedaría en entredicho si obstruyeran el proceso, fundamentalmente ante la opinión pública nacional. La situación demanda un gran sentido de responsabilidad y amplitud de miras por parte de todos los cubanos, dentro y fuera de la isla-nación, ya que las diferentes opiniones y proyectos pueden adecuarse a las oportunidades que se abren, teniendo en mente los beneficios para el pueblo y la nación en primer lugar.
La Habana, 26 de enero de 2015
Miriam Leiva
Periodista Independiente