Juan Pablo II será beatificado el 1 de mayo por el Papa Benedicto XVI. En esta ocasión recordamos como conmocionó Cuba del 21 al 25 de enero de 1998. Más allá del aspecto religioso, constituyó un acontecimiento político-social inédito en el cerrado ambiente impuesto desde el 1 de enero de 1959, con influjo progresivo hasta el presente.
Donde la Iglesia Católica había sido denostada y las religiones prácticamente prohibidas, el Papa fue acogido con gran deferencia por Fidel Castro, quien desde hacía años se debatía en la incomodidad de ser Cuba el único país latinoamericano que no lo había recibido, utilizar su visita para dar la impresión de apertura acorde con los cambios internacionales y, sobre todo, aliviar el tenso ambiente nacional por la crisis resultante de la pérdida de las subvenciones del desaparecido campo socialista. La invitación formal se cursó a comienzos de los años 1990, pero hasta que el Comandante no logró cierta recuperación gracias a tímida apertura económica y el comienzo del apoyo financiero de Hugo Chávez, no encaró el reto de permitir a los cubanos desplegar sus sentimientos.
Por primera vez en Cuba, no hubo compulsión para recibimientos y asistencia a actividades. Ciertamente el Partido Comunista y las organizaciones políticas y de masa convocaron a sus militantes, aleccionados para equilibrar la asistencia y las expresiones. Por supuesto, la Iglesia Católica utilizó la pequeña apertura en el marco de los preparativos para la visita, a fin de intensificar su labor evangelizadora, que tuvo agradecida acogida por los cubanos que habían escondido su fe y aquellos que procuraban esperanzas. Quienes asistieron a los recorridos y las misas del Papa en Santa Clara, Camagüey, Santiago de Cuba y La Habana, incluso los no católicos, sintieron emociones desconocidas, mezcla de admiración y exposición del censurado fluido cerebral. Hubo aún más religiosidad y clamor a viva voz de “libertad” en la Plaza de la Revolución, hasta entonces sólo llenada por Fidel Castro. El Mensajero de la Verdad y la Esperanza llamó al amor y la reconciliación, donde se había clamado a la muerte durante decenios. En los edificios circundantes, los inmensos posters de guerrilleros fueron reemplazados por el bello rostro de Jesucristo, indispensable en casi todos los hogares cubanos hasta que el partido único lo proscribió.
Por estos días algunas personas carentes de objetividad niegan los resultados positivos de su paso por Cuba. El Sumo Pontífice no vino a cambiar un gobierno, sino con un mensaje de fe, paz y reconciliación para que los ciudadanos continuaran conservando y promoviendo los valores más genuinos del alma cubana, en un clima de respeto mutuo y solidaridad; para contribuir a que el pueblo cubano fuera protagonista de su historia, sin miedo y se respetaran las libertades fundamentales; para que Cuba se abriera al mundo como el mundo lo hiciera a Cuba. Entre los resultados inmediatos estuvieron el comienzo de espacios a la Iglesia Católica Cubana, el reconocimiento de la festividad del 25 de diciembre y la liberación de unos 300 prisioneros políticos.
Durante los pasados 52 años, el pueblo se ha sentido acompañado en las adversidades, y recibido el apoyo religioso y la asistencia humanitaria de los mermados sacerdotes, monjas y laicos, incluidos los extranjeros. También la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba ha contribuido con la nación cubana mediante profundos documentos, entre otros el mensaje “El amor todo lo espera” del 8 de septiembre de 1993, atacado en la prensa nacional que no tuvo la dignidad de publicar el texto agredido; condenando la represión contra 75 pacíficos opositores en 2003, y más recientemente con el inicio de las negociaciones con el gobierno que alcanzaron la excarcelación de esos prisioneros de conciencias, así como de otros reos.
El Cardenal Tarcicio Bertone escribió que el Santo Padre le manifestó que Fidel Castro resultó el jefe de estado mejor preparado para un encuentro con él. Independientemente del gusto por impresionar a sus interlocutores, el Comandante sabía que tendría ante sí a una personalidad extraordinaria. Quien sorteara los peligros por el fascismo nazi para hacerse sacerdote en su Polonia natal, como arzobispo (1964) y cardenal (1967) bajo el totalitarismo arropó a su pueblo y como Sumo Pontífice (1978-2005) apoyó a los ciudadanos de los demás países del “socialismo real”, con una influencia fundamental en el tránsito pacífico hacia la democracia en Europa del Este. En su intensa labor evangelizadora recorrió más de 120 países, a pesar de las dolencias por el atentado sufrido en 1981 y algunas enfermedades; procuró el entendimiento entre las diversas religiones y visitó una sinagoga. El primer Papa no italiano desde hacía 500 años, el polaco Karol Wojtyla, fue uno de las personalidades más relevantes del Siglo XX.
El recorrido multitudinario de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, comenzado en Santiago de Cuba el 8 de agosto de 2010 y que concluirá el 10 de diciembre de 2011 en el marco de las conmemoraciones del 400 aniversario de su hallazgo en 1612, es continuación de la peregrinación de Juan Pablo II por Cuba.
Miriam Leiva